De la pérdida a la paz

Por: Elsa Escobar 

“Despídete. Deja correr la vida llevándose las aguas que estás viendo, 

Para que tengan lugar ante tus ojos las aguas que no viste todavía y ya están viniendo” 

(René Trossero) 

 

En este tiempo de pandemia todos hemos experimentado alguna pérdida, desde la libertad de salir de casa, enviar a los hijos al colegio o a la universidad, la pérdida de trabajo o ingresos, de la socialización con las amistades, pérdida de la pareja, de la salud…  etc.   Sin embargo, en palabras de Elizabeth Kubler-Ross: “Todo el mundo experimenta muchas pérdidas a lo largo de la vida, pero la muerte de un ser querido, no tiene comparación por el vacío y la profunda tristeza que produce”. 

Escribo para ti este breve mensaje y te abrazo en este reto de caminar sin lo que amaste o valoraste tanto. Con muchísimo respeto y admiración por ese seguir adelante, sacando fuerzas de donde no las hay, levantar la frente y caminar, aunque luego debas parar, llorar y orar.    

Cuánto más intenso es el amor y el compromiso, mayor será la pérdida y la sensación de dolor.  Por ello, el proceso de duelo es tan personal y nunca puede ser juzgado o comparado.  Es importante mencionar que lo que diferencia la muerte de las demás pérdidas, además de su intensidad, es lo irreversible.   La aceptación y comprensión de esto último es algo muy difícil, es como un salto a lo desconocido, a vivir sin tener, a la desesperanza.  

Se dice que el “tiempo todo lo cura”, sin embargo, es necesario procesar la pérdida, recorrer y vivir todas sus etapas para trascender y sanar.  Esto es algo que nadie más hará por ti, ya que para superar el dolor es necesario afrontarlo; no puede ser saltado u omitido, porque no es un suceso sino un proceso.  El sentido y la superación de la pérdida no es algo que pueda darse, solo puede descubrirse y transitarse.  

El camino hacia la paz pasa por la negación, el enojo, la depresión, incluso por la desesperación.  Sin embargo, si se logra dirigir el proceso hacia la trascendencia y la esperanza, las lágrimas y el sufrimiento cobran sentido y son sanadores.  Nunca olvidaré unas palabras que escuché del Pastor Julio Melgar, cuyo testimonio y vida conmovió a muchos por ese mensaje de esperanza y fe que transmitió hasta el último momento.  No las recuerdo exactamente, pero fueron más o menos así: “Puedes llorar todo lo que quieras, lo importante no es cuánto lloras, sino delante de QUIEN lo haces.  Si lloras a los pies de la Cruz, recibirás el consuelo y la paz que necesitas. Porque en Cristo está nuestra fortaleza y esperanza”  

En una próxima ocasión trataré sobre algunos pasos fundamentales para superar el proceso de duelo y sugerencias para acompañar a alguien que ha sufrido una pérdida.  

 

“Oye Oh Dios mi clamor, a mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a ti cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte”

(Salmo 61: 2-3)

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