Nuestras emociones y el reflejo en la salud

-Por: Heidy Seijas

“El corazón alegre constituye buen remedio; más el espíritu triste seca los huesos”
Proverbios 17:22

Respecto a los huesos, podemos prestar atención en su diseño, que brinda al cuerpo alta resistencia, flexibilidad para amortiguar fuertes impactos y la capacidad de remodelarse (cada 7 a 10 años renovamos por completo nuestro esqueleto). Asociado a esto, podemos referirnos a la inspiración que generó la estructura interior del fémur al ingeniero civil francés Gustave Eiffel y  que le condujo al diseño de la torre francesa, reflejado con la perspectiva axonométrica y la construcción de su majestuosa obra, que lleva su nombre “Torre Eiffel” con una altura de más de 300 m. y 7.341 toneladas de peso. 

En el interior de los huesos encontramos la médula ósea, donde se producen las células sanguíneas multipotenciales, que madurarán en los ganglios linfáticos, el timo, el bazo, entre otras. Mencionemos la complejidad en la defensa de nuestro organismo, integrada por los glóbulos blancos o leucocitos, que constantemente están combatiendo a todo intruso como bacterias, virus u otro agente patógeno que ponga en riesgo nuestra salud; recordemos su estrecha conexión al sistema inmunológico, sistema compuesto de órganos, tejidos, 21 tipos de células altamente especializadas y una gran gama de proteínas, que, en su anatomía microscópica y fisiológica, nos revelan la organización y la inteligencia operacional para atacar a los invasores; los glóbulos rojos o eritrocitos que transportan el oxígeno; y las plaquetas, que intervienen en los procesos de coagulación y cicatrización. 

Podríamos mencionar a las hormonas y otros órganos relacionados a las funciones del sistema óseo, pero eso será en otro espacio, porque lo que nos llama la atención es la compleja armonía que presenta nuestro organismo entre los sistemas que lo constituyen. Consideremos entonces la siguiente pregunta, ¿Cómo nuestras emociones negativas pueden alterarnos y afectarnos? Evidentemente, debemos tener la claridad que muchas enfermedades tienen bases genéticas, pero que existen ciertos factores que pueden propiciar sus manifestaciones.

Prestemos atención al siguiente texto de la personalidad artrítica: “… la artritis reumatoide se manifestaba, con mayor probabilidad, en personas con tendencias al autosacrificio, al resentimiento, a la escrupulosidad, a la depresión, a la autoculpabilización y deseos de ser castigados por debilidades propias, y a la incapacidad de manifestar abiertamente los sentimientos de hostilidad e ira. Otras veces se ha propuesto el estrés como concepto involucrado en la etiología de la artritis” (Soraya Bajat Pacios). En palabras de Osvaldo Cuadro Moreno, experto en temas de autoayuda: “El cuerpo expresa todo lo que el espíritu siente, pues somos una unidad”.

Otro concepto: “Los médicos afirman que al menos el 80% de las enfermedades son psicosomáticas, es decir, que comienzan en la pisque o espíritu”. Podríamos decir entonces, que para vencer estas tendencias, sería muy acertado recurrir a controlar mejor nuestras emociones, al equilibrio del estrés y al perdón, y que con éste último debemos tener la salvedad que debe ser un acto voluntario, no impuesto y sin esperar a que responda a nuestras expectativas, ya que el solo hecho de buscarlo, pedirlo u ofrecerlo, nos liberará de efectos negativos para el espíritu y  cuerpo (aunque no nos lo hayan pedido o no lo quieran recibir, pero estaremos avanzando en el camino a nuestra sanación). 

No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos” Proverbios 3:7-8. Mantengamos presente entonces la búsqueda de la armonía y poner en práctica el resumen de los mandamientos: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

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